Auddiora

 

Por Abel Rojas

Hace unos días, menos de una semana, el mundo era distinto. Algunos críticos de cine discutieron “on line” si acaso su trabajo era pertinente, oportuno o idealmente, relevante en el contexto de la pandemia. Esta tarde no sé qué será lo que quede del mundo tras el derrumbe de los precios del petróleo. Vivo en un país cuyo gobierno le apostó todas sus “estrategias” al milagro petrolero, tal como se vivió a finales de los años setenta. Así que el marco de referencia quizá no daba lugar a un debate sobre la relevancia de la crítica cínematográfica. Yo mismo no soy crítico, pero le tengo gran aprecio personal a algunos.

Por eso tomo partido con ellos y afirmo: son creadores tan importantes como los artistas, cineastas, actores y actrices, productores, guionistas, etc.

Y es que precisamente la pandemia ha creado una sensación de vacío que mucha gente intenta llenar viendo cine y series principalmente en Netflix. Junto a la tendencia mainstream, de forma mucho más modesta las “instituciones culturales de la transformación” (el entrecomillado es mío, obvio. Mi otra opción era citar a la no primera dama y decir: “las instituciones de la cresta de una ola de transformación histórica, fraterna e igualitaria”. Pero no. No puedo ser tan cursi).

Entonces, Secretaría de Cultura, IMCINE, Cineteca Nacional, FilminLatino promueven el acceso gratuito a plataformas en linea para ver cine mexicano. Muy bien, aplaudo la iniciativa transformadora. Pero tiene truco. Las películas son seleccionadas, los títulos aún en número limitado, y es complicado verlas en una pantalla más grande a la de tu computadora o teléfono. Además, a algunas películas no les acomoda muy bien la relectura.


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Pongo un ejemplo: EN BUSCA DE UN MURO (1973, México. Dir. Julio Bracho 120 min.) es una película de nacionalismo trasnochado, ese nacionalismo que José Clemente Orozco (cuya biografía ocupa el argumento de esta película) junto con Diego Rivera fueron capaces de meter en muros y paredes. En los 35mm del fotograma ese nacionalismo no cabía ni siquiera a principios de 1973. Una cinta que en lo personal vi hace muchos años (quiero pensar que con ojos “cándidos” pero no puedo darme ese lujo) sufre bastante frente al cambio de contexto.

A la luz de la insistencia ideologizante, del afán propagandístico, de la desesperación evangelizadora del actual régimen, la película se vuelve un tanto insoportable. Eso no quiere decir que haya perdido mi simpatía por causa de su talante discursivo y grandilocuente (la voz en off de Sergio Bustamante provoca en el espectador la idea del suicidio). No es insoportable por la regular actuación de don Ignacio López Tarso (no estamos listos para tener esta conversación pero en realidad no ha sido buen actor para cine, todas sus performances son una sola). No pierde valor por los miscasts (don Carlos López Moctezuma en el rol del arquitecto Frank Lloyd Wright es de risa loca). Y aún se puede ver como parte de la obra de uno de los cineastas más importantes de México. Pero el contexto no le ayuda.

Canijo contexto pandémico petrolero mágico y musical que no beneficia nada. Y menos aquellas acciones que van cargadas de buenas intenciones. Parece que la programación y difusión de esta película está sujeta a la cruzada alfabetizadora de la 4T. Orozco viene a colación como el misionero que expone su propia vida para que los párvulos de la revolución actual abreven de él cual si fuera el catecismo de Gasparri. Orozco se percibe como el modelo asequible de la honestidad valiente. Un tipo que según esta biografía cinematográfica fue capaz de decirle “NO” al salvaje capitalismo que le ofreció en su momento miles y miles de metros cuadrados de paredes para pintar y con ellos, las mieles del éxito, la fama y la fortuna. Orozco prefirió mantenerse firme a sus ideales comunistas (no como ese traidor llamado Upton Sinclair) y sacrificarse por la causa.

A estas alturas echarse un discurso de esos equivale a ver en televisión “CHAMUCO TV”, “Me canso ganso”, o “Diálogos por la democracia” con el orozquista John McAckerman.


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Mejor no. Paso.

Pero al inicio dije que apoyo (y sigo el ejemplo) de los críticos de cine cuyo trabajo es relevante, oportuno y necesario. Por eso con este texto nace un espacio dedicado religiosamente al cine (religiosamente porque saldrá cada que Dios, Alejandro y Erik quieran. Gracias de todo corazón). Así que por ese lado, como dijo la desalmada, incorruptible pero cándida Eréndira: “serénense artistas (y críticos de cine)”. Los nerviosos están en el gobierno.

* Las opiniones externadas son responsabilidad de los autores y no reflejan la opinón de Auddiora.



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Abel rojas

Periodista especializado en cine. Ha colaborado en diversas publicaciones escritas sobre cine y programas de radio relacionados con el séptimo arte.